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POR UNA NARIZ

Anayansi Arias

Un mango desgarrado con mis dedos soltando ríos de jugo que surcan mis brazos sin retén, una vaina de tamarindo descubriendo su carnita suave y resbaladiza, una papaya roja a punto de explotar, la guanábana abierta y ácida con sus entrañas blancas y jugosas lista para ser amasada en chicha, el marañón tentador de mordiscos descuidados que pueden quemarte los labios si la lengua roza la corona en forma de pepa negra que siempre se asa al final…un paseo por el mercado del marisco buscando pulpo, pargo, camarones y cambombias, un merodeo por el parque Urraca repleto de niños clamando raspados rojos cubiertos de leche condensada y manzanas tiesas con un casco de caramelo o algodón de azúcar por favor, el rosado si hay, es el que más me gusta, también carne en palito y empanaditas de queso, y si tienen esos hot dogs llenos de ketchup, mostaza y cebolla cubiertos de pepinillo picado, me dá dos por favor…y luego al atardecer cuando la marea sube por el malecón y la espuma choca contra la barrera asustando a los gallinazos y michos guardianes de los cangrejitos ermitaños, asciende el olor del agua salada y arena revuelta de conchas y caracoles para culminar con un sol como huevo de patio a punto de freír en grasa de chicharrón y mi viaje llegaba a su fin y por cinco minutos era feliz cuando me tocaba vivir un enero al revés, con un frío desconocido maloliente de nostalgia en alguna ciudad repleta de restaurantes famosos y pastelerías espectaculares pero carente de mis recuerdos de infancia olorosos de talco de bebé para no sudar tanto…

 

 

POR UNA NARIZ
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